Despedirnos de él cuando nos vayamos dejándolo con otra persona y saludarlo efusivamente cuando regresemos de modo que pueda comprender que aunque nos vayamos, siempre regresamos.
Tenerlo en brazos a menudo demostrándole el cariño que sentimos por él. Aprovechemos estos momentos para hablar de los propios sentimientos así como de los de nuestro hijo. Aunque él no pueda expresarse mucho, aprenderá que estamos dispuestos a escucharle y que los sentimientos también se pueden expresar con palabras.
Jugar con él a poner caras graciosas, a hacer muecas divertidas animándole a que nos imite. Jugar juntos a este juego frente a un espejo.
Hablarle de lo que sienten los otros niños en los momentos en que estamos en grupo y hay otros niños cerca.
Permitir que el niño investigue, descubra, se equivoque y deba volver a empezar. Así adquirirá la satisfacción de lograr cosas por sí mismo
Respetar los momentos en los que está solo jugando con un objeto y su actitud refleja una gran concentración. Estos momentos son fundamentales en el aprendizaje de los bebés. En ellos, su mente está actuando como una esponja que absorbe todas y cada una de las características apreciadas a la vez que le permite ampliar un tiempo de atención mantenida que deberá ser cada vez un poco más largo.
Respetar la individualidad. Cada bebé es diferente y caer en las comparaciones, ya sea entre hermanos o entre hijos de amigos, sólo traerá frustración e inseguridad.
Ampliar el vínculo amoroso del bebé con sus padres. Mediante el juego, las risas, las cosquillas, los paseos. Debemos dedicar tiempo, mucho tiempo a nuestro bebé. Los padres somos las personas de referencia en las cuales nuestro hijo aprende a mirarse. Procuremos que el tiempo que pase con terceros sea el menor posible. Y cuidemos también muy bien quiénes son esos terceros y cuál es su calidad emocional y afectiva.
Veamos el llanto como un lenguaje. Los bebés no lloran para amargarnos el día, lloran porque no pueden hablar y contarnos lo que les sucede.
Festejemos la sonrisa de nuestro hijo. Comuniquemos la alegría de estar juntos, de vivir y compartir días llenos de experiencias, no dejándonos llevar por los problemas o las inseguridades. El buen humor y la alegría nos ayudarán muchísimo en la crianza de nuestros hijos.
Dar a los hermanos espacio para el cuidado y la estimulación del pequeño. Nadie puede hacer reír tanto a un bebé como su hermano.
No escatimes los elogios y alabanzas. Celebremos los errores como un camino hacia el perfeccionamiento. Mantengámonos cerca cuando nuestro bebé fracase y elogiémosle cuando triunfe. Estaremos construyendo así una buena imagen de sí mismo a la vez que le mostramos que el problema no es equivocarse, el problema es no querer volver a intentarlo.